Y creciste lustrosa,
mi sincera enemiga,
Sobre ciegas verdades
acariciaste mi vida,
recortando mi tiempo
como hiedra encendida.
Con la luz de las velas,
sudorosa y sombría,
Tejiste senderos sobre
cientos de líneas,
de hechos presentes,
de sudorosas vigilias,
acallando mis labios,
consumiendo mis días.
Sin mi sombra maldita,
acurrucada en mi lecho
como semilla baldía,
supuraste lamentos,
candorosas plegarias
que mi pecho sufría.
Que precio mas simple
por creer que existías,
por ser simple soneto,
de líneas podridas.
Que el invierno termine,
y germines vacía...
Ni mi locura es eterna,
ni mi tormento, alegría.
Cuando crezcas, severa,
retorcida y sin vida,
me mirarás a los ojos,
y diras...lo sabía.
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